La Edad Media es un gran período de tiempo que abarca unos diez siglos. Esto quiere decir que no podemos hablar de una única corriente artística; además, el territorio también es muy dispar, con lo que encontramos dentro de cada corriente variaciones geográficas. Por tanto realizaremos un análisis general de los estilos predominantes en estos siglos (el Románico y el Gótico), donde veremos sus características principales y sus diferencias, dentro del territorio que hoy conocemos como Europa.
La evolución artística en la Edad Media es desigual según las regiones debido al crisol de culturas que tienen lugar en Europa; desde finales del SV hasta mediados del SVIII los Francos merovingios controlan la Galia; en Italia se suceden reinos bárbaros como los Ostrogodos y posteriormente los Lombardos; en España encontramos a los Visigodos o en Inglaterra a los Anglo-Sajones.
Desde mediados del SVIII a finales del SIX la época carolingia busca la unidad del sistema político, económico y social, de las estructuras religiosas así como una tentativa de recrear el Imperio Romano, lo que produce un renacimiento intelectual y artístico.
Durante la segunda mitad del SXI emerge al fin el arte Románico, que se desarrollará según las regiones hasta finales del SVII, simultáneamente con la aparición del arte Gótico que nace alrededor del año 1140.


En cuanto a las artes figurativas, éstas se integraban en los templos para completar y confirmar su carácter simbólico. El edificio por tanto era una anticipación divina en la tierra y un resumen de las verdades que los fieles deben respetar; éstas ilustraban episodios bíblicos que constituían auténticas lecciones para el mundo medieval. Encontramos figuras planas, rígidas, hieráticas, que se ajustaban a la ley del marco y que tendían con frecuencia a la geometrización. Así la escultura se integra en la arquitectura.
En cuanto al gótico, su arquitectura puede ser definida según tres factores indisociables: los aspectos espirituales que alimentan su dimensión simbólica, los aspectos formales que engendran efectos ópticos y los aspectos técnicos que permiten su realización. Su combinación particular da a esta arquitectura se ilustra en la catedral gótica, un edificio que, dentro de su complejidad, parece ofrecernos la síntesis del pensamiento de la época. La arquitectura metamorfosea los brillos de las vidrieras que sirve como escenario de la manifestación divina y ayuda a los fieles a elevarse hacia Dios. Debido a esta búsqueda de cercanía con Dios las catedrales eran los edificios más grandes del paisaje, y su aguja dominaba todo el conjunto arquitectónico de la ciudad.

El modelo clásico de catedral gótica cuenta con planta de cruz latina, bóveda de crucería, amplio ábside con capillas radiales, pilares con columnillas adosadas, muros articulados y un complejo sistema de equilibrio de tensiones a base de arbotantes y contrafuertes. Todo ello da una gran sensación de verticalidad e interiores espaciosos y claros. Suele estar flanqueada por dos torres, hay una puerta por cada una de las naves (generalmente tres), y sobre la puerta encontramos un rosetón.
Nave de la catedral de Friburgo (Alemania) y fachada occidental de la catedral de Estrasburgo (Framcia).
Por otro lado encontramos el lado austero cisterciense; así como el románico estaba ligado a la orden de Cluny, el gótico se asocia con el Císter, que tuvo su origen en la reforma de la orden benedictina emprendida por san Bernardo de Claraval. Se basaba en tres principios básicos que se reflejan en su arquitectura: la pobreza, el deseo de huir del mundo y la estrecha relación entre conventos hermanos. Los monasterios eran así edificios sólidos y duraderos hechos de piedra, y el ideal de pobreza se reflejó en la austeridad y en la ausencia de elementos decorativos; tampoco se permitían las vidrieras y si aparecía algún tipo de decoración era una sencilla esquematización vegetal o geométrica.
Abadía de Fontenay (Francia).
En cuanto a las artes figurativas, encontramos una mayor cantidad de temas marianos que desplazan al Pantocrátor que ya raramente aparece. Los asuntos representados son más humanos y buscan emocionar a los fieles. Además se busca el naturalismo: los pliegues de las telas son más fluidos, no hay tanta geometrización y las representaciones llegan a mostrar emociones. La vegetación además deja de ser abstracta.
Detalle arquitectónico de la catedral de Estrasburgo (Francia).
En cuanto al marco pictórico encontramos tres vertientes: la pintura del SXV en los Países Bajos, que mezclan lo religioso y lo cotidiano. Estas obras están realizadas al óleo, y son imágenes cargadas de un gran simbolismo. Algunos de sus representantes son Roberto Campin (o Maestro de Flémalle), Roger van der Weyden, Hugo van der Goes, los hermanos Van Eyck (que introdujeron la figura del “donante” en los cuadros). Su técnica cuenta con un gran detallismo, con una visión que podría llamarse casi microscópica.
Por otro lado contamos con la pintura del Duecento y el Trecento en Italia; el Duecento se encontró sobre todo en Florencia durante el SXIII, cuando Italia estaba todavía bajo la influencia bizantina, y encontramos en consecuencia pinturas que seguían la maniera greca hasta evolucionar en los volúmenes y las expresiones de los personajes. Solemos encontrar fondos dorados, composiciones simétricas y hieratismo en las figuras. Dos de los mayores representantes del Duecento fueron Cimabue y Giotto (profesor y alumno respectivamente). El Trecento por su parte se desarrolló en Siena, y entre sus representantes cuenta con Duccio di Buoninsegna, Simone Martini y los hermanos Lorenzetti, Ambroggio y Pietro. Hay un mayor interés por el volumen y la representación del espacio e intenta reflejar sentimientos humanos en sus obras. Los volúmenes cúbicos de las casas y las calles en perspectiva oblicua anticipan la gran pintura del Quattrocento.
"El descendimiento de Cristo" de Roger van der Weyden y detalle. 1436.
Por otro lado contamos con la pintura del Duecento y el Trecento en Italia; el Duecento se encontró sobre todo en Florencia durante el SXIII, cuando Italia estaba todavía bajo la influencia bizantina, y encontramos en consecuencia pinturas que seguían la maniera greca hasta evolucionar en los volúmenes y las expresiones de los personajes. Solemos encontrar fondos dorados, composiciones simétricas y hieratismo en las figuras. Dos de los mayores representantes del Duecento fueron Cimabue y Giotto (profesor y alumno respectivamente). El Trecento por su parte se desarrolló en Siena, y entre sus representantes cuenta con Duccio di Buoninsegna, Simone Martini y los hermanos Lorenzetti, Ambroggio y Pietro. Hay un mayor interés por el volumen y la representación del espacio e intenta reflejar sentimientos humanos en sus obras. Los volúmenes cúbicos de las casas y las calles en perspectiva oblicua anticipan la gran pintura del Quattrocento.
"La Virgen y El Niño en Majestad rodeados de seis ángeles" de Cimabue. 1270.
"Majestad; Virgen con ángeles y santos" de Duccio. Entorno al 1310.
Bibliografía:
Heck, C. (2005) Moyen Âge, Chrétienté et Islam, Histoire de l'Art, Flammarion, Paris.
Ramírez, J. A. et al. (2006) Historia del Arte 2, SM, Madrid.
Paula.
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