La Compañía de Jesús es una orden religiosa que fue fundada en el año 1534, por Iñigo López de Recalde, que luego fuera canonizado por la Iglesia Católica como San Ignacio de Loyola. Integrada inicialmente por un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de París, la existencia de la Orden fue aprobada por el Papa Pablo III, en 1540.
Los integrantes de la Compañía de Jesús se denominan jesuitas. Su fundador, Ignacio de Loyola, centró las determinantes de su fé religiosa en la figura de Jesucristo; del mismo modo que otras órdenes religiosas lo hicieron en la Virgen María o en otras figuras prominentes de la religión católica.
La Compañía de Jesús tuvo como uno de sus objetivos primarios, ejercer la defensa de la Iglesia Católica, especialmente ante el surgimiento en Europa de la Reforma Luterana y se convirtió en uno de los principales impulsores de la llamada Contrarreforma. El lema de su fundador era Omni ad maiorem Dei gloriam (Todo para la mayor gloria de Dios).
Una de sus metas principales era propagar la fe cristiana entre los indios paganos del nuevo mundo, por lo cual muchos jesuitas europeos se dirigieron al continente americano, destacándose entre ellos varios de origen húngaro. Algunos se dirigieron a la zona de los Ríos Amazonas y Marañón y sus afluentes, actuando como misioneros entre los indios de esas regiones; con lo cual realizaron también indirectamente una interesante actividad en cuanto al conocimiento geográfico de esas regiones, especialmente en cuanto a la delimitación de los territorios asignados a España y Portugal.
Las Misiones Jesuitas se establecieron en la zona de la colonización española en la Gobernación del Río de la Plata con la finalidad conjunta de civilizar a los indígenas bajo la autoridad española y simultáneamente ejercer actos de efectiva ocupación de los territorios que estaban en una zona en la cual no se delimitaban claramente las jurisdicciones de la colonización española y portuguesa. Fueron poblaciones integradas exclusivamente por indígenas, aunque dirigidas por monjes jesuitas a los que se asignaba función sacerdotal, instaladas en territorios expresamente asignados para tal fin, comprendidos en la Provincia Jesuita del Paraguay, creada en 1604.
Existieron dos grandes grupos de Misiones, las Misiones Orientales que estaban ubicadas en los territorios a este del río Uruguay, al norte del Río Ibicuy, y a ambos lados de la actual frontera entre Uruguay y Brasil; y las Misiones Occidentales, situadas en actual territorio argentino de los ríos Paraná y Paraguay, en el territorio de la actual Provincia de Misiones, que son las únicas de las que se han conservado restos de sus edificaciones, y que son visitadas como lugar de interés turístico.
La primera de las Misiones fue establecida en 1624, dirigida por el Padre Guzmán quien logró fundar en territorio del actual Departamento de Soriano, ubicado al sur del Río Negro, la Misión de Santo Domingo de Soriano, cuyos pobladores fueron indios chanás.
Los padres jesuitas llegaron a establecer muchas otras Misiones sobre las costas orientales del Río Uruguay, abarcando territorio de los actuales Departamentos de Artigas y Rivera, como del sur del actual Estado brasileño de Río Grande del Sur; entre ellas las poblaciones de San Borja, San Ángel, San Juan, San Nicolás, San Luis, San Lorenzo y San Miguel, que alcanzaron en su conjunto una población superior a las 30.000 personas.
En 1604 se creó la llamada Provincia Jesuítica del Paraguay, que abarcaba los territorios habitados por indios guaraníes, compuesta por grandes extensiones de tierras llamadas “estancias” y dentro de cuyo territorio los jesuitas instalaron un total de 30 misiones; de las cuales siete estuvieron situadas al este del Río Uruguay, y fueron denominadas “Los siete pueblos de las Misiones”, integrados por San Borja, de 1682; San Nicolás, de 1687; San Miguel, de 1687; San Luis, de 1687; San Lorenzo, de 1690; San Juan, de 1697 y San Ángel, de 1706.
Las misiones orientales estaban en el territorio actual del Estado de Río Grande del Sur, un territorio que integraba la indefinida frontera entre las zonas de influencia de los españoles y los portugueses y en el cual incursionaban alternativamente. Comenzaron a establecerse para detener la expansión portuguesa a partir de una primera reducción de San Nicolás fundada en 1626 por el jesuita Roque González, aunque fue abandonada en 1637.
Luego, en 1632, el jesuita Cristóbal de Mendoza fundó la misión de San Miguel de Arcángel, en las costas del Río Ibicuy; una misión que alcanzó su mejor época en las primeras cinco décadas del siglo XVIII, habiendo llegado a tener una población de alrededor de 6.000 habitantes, pero luego entró en sostenida decadencia. Actualmente, sus ruinas han sido restauradas y — conjuntamente con los de la Misión de San Ignacio Miní, en Argentina y los de las Misiones de Trinidad y de Jesús en Paraguay — constituyen los únicos restos de las Misiones Jesuíticas.
Atendiendo a su objetivo de civilizar a los indígenas, los jesuitas lograron insertarse en su estructura social; logrando primeramente su sedentarización mediante el establecimiento de los poblados que constituyeron las Misiones. Los guaraníes se encontraban en estado tribal; componiéndose sus colectividades por conjuntos de familias poligámicas que contaban con dos autoridades, los caciques y los chamanes. Vivían en un estado sumamente primitivo, practicaban la antropofagia, y ejecutaban ceremonias funerarias de tipo pagano.
Los caciques eran principalmente jefes guerreros cuya autoridad se centraba fundamentalmente en los aspectos materiales de la vida del grupo; en tanto que los chamanes, también llamados payes tenían un ascendiente de carácter religioso, entre lo cual se incluía — como en muchos otros pueblos primitivos — intervenir frente a las enfermedades. Por lo tanto los jesuitas, en cuanto tenían como objetivo la conversión religiosa de los indios, que implicaba quitar su influencia a los chamanes, se apoyaron en la rivalidad de ellos con los caciques. Obteniendo la conversión religiosa de los caciques se propiciaba la del resto de la tribu; y para los caciques, ello significaba imponer su autoridad por sobre la de los chamanes.
Los jesuitas fueron transformando gradualmente las costumbres de los indígenas; atendiendo primariamente a aquellos aspectos más contrarios a los principios de la religión católica, como la antropofagia y la poligamia. Orientaron la organización familiar de la tribu guaraní en base a la monogamia; para lo cual construyeron en sus Misiones un tipo de habitaciones que se conocen como “tiras”; por cuanto las unidades de habitación eran contiguas, pero en cada una habitaba solamente una familia, destinando la primera a la familia del cacique.
Fotograma de la película "La Misión", con Jeremy Irons.
Texto extraído de "La Escuela Digital", Historia.
Paula.